jueves, 6 de julio de 2017

LA AVALANCHA: EL JUEGO QUE TODOS JUGAMOS Por Gianfranco Fuscaldo Albino


Yo la recuerdo como divertida.
Mi infancia se iluminó con ella.

Los mejores momentos de mi niñez fueron por su culpa.
Era jugar a ‘ser conductor’; y así poder respetar los stops, dar paso a peatones y poner freno jalando una palanca, pero también a emprender un camino, que quizás no fuera a kilómetros de distancia pero que, como niño, sentíamos que recorríamos. 

Avalancha, así se le conoció porque la marca ‘Avalancha’ se posicionó como la líder en la fabricación de este carrito, después fue la compañía Apache. Este juguete siempre representó en el imaginario infantil de mi generación el tener tu propio auto; porque estabas frente al volante bajo cuatro llantas.

Mi color favorito, el naranja; año con año siempre le pedí a los Reyes Magos una de estas, porque cada año la rompía por subir a varios niños.

Me daba tanta emoción montarme a una de ellas; que diariamente contaba las horas para salir de la primaria e irme a jugar con ella en el patio de mi casa. También la llevé a los parques.

Fue el juguete perfecto de los años 80 y 90 pues no tenías que hacer ningún esfuerzo en aprender a usarla como sí lo tenías que hacer con la bicicleta.

Al hablar con personas adultas que fueron niñas en la década de los 80: 

TODOS SACAN UNA SONRISA AL HABLAR DE LA AVALANCHA.

Los niños de 3 años de esas épocas disfrutaban de los triciclos, los más grandes de la bicicleta y los intermedios teníamos la Avalancha; que nunca la vimos como una tabla con ruedas, sino como a !un auto de verdad!

Una característica que quisiera resaltar es Su Peso; cargarla no resultaba complicado para los infantes. Los fabricantes pensaron bien en esos niños que no pasarían tiempo con sus padres y que jugarían solos con ella. Pensaron en esos niños que vivían en los edificios y que tendrían que subirla o bajarla con sus manos.

Si alguien jugó con una de estas sabrá que poner el freno en una bajada no era una buena decisión pues te volcabas con ella.

Siempre llegaban los raspones, las descalabradas, las ampollas por su volante y los pequeños choques con otras bicicletas, pero la felicidad que generaban estas tablitas eran más grandes que todas las ‘heridas de guerra’ que se podrían dar por un veloz paseo.

Así, los niños con patio chico o grande, los que vivieron en edificios o casas particulares, los de fraccionamiento y los de vecindad disfrutamos de una Avalancha dentro y fuera de los hogares, por las calles y parques de México.

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